sábado, 2 de marzo de 2013

Un mundo de posibilidades

Sin duda, una de las cosas que más me han impresionado durante mi vida son los sueños. Con ésto no me estoy refiriendo a los sueños que cada uno tiene y trata de conseguir a lo largo de su vida, si no a aquellos que a veces te hacen levantarte sudado, feliz o incluso llorando. Tener un sueño u otro te puede cambiar el día. Además, durante los sueños pasan cosas realmente interesantes. Yo, por ejemplo, soñé una vez que un brazo gigante me quería a coger, y en cuanto me tocó me desperté viendo cómo mi madre me tocaba la espalda para sacarme del sueño e ir al colegio. Esta concordancia entre mi sueño y la realidad se me ha quedado grabada para siempre, desde los 7 u 8 años.

Sin embargo, lo más interesante que me ha pasado en relación a los sueños es un hecho que, sin exagerar, me ha cambiado la vida. Y es que hace tiempo tuve un sueño donde yo era consciente de que estaba soñando, pudiendo, por tanto, hacer lo que quisiera dentro del sueño. Investigué en internet y lo comprobé: era un sueño lúcido.

Los sueños lúcidos (los que molan) son aquellos en los que el soñador es consciente del sueño y puede ir a donde quiera o hacer lo que se le antoje, incluso puede llegar a tomar una apariencia distinta a la real. Personalmente, os digo que lo más divertido en estos sueños es volar (aunque yo más bien nado por el aire). Estos sueños se dan espontáneamente o pueden ser inducidos mediante prácticas y ejercicios. Y aquí es a donde quiero llegar.

Gracias a los estudios realizados en este campo, sabemos que el dormir tiene varias fases. Las principales son la NREM y la REM. En todas ellas puede haber sueños, aunque es en la última donde éstos son más elaborados (con personajes, espacio, objetos, etc) y se recuerdan mejor. Con esto y más, se ha llegado a unos ejercicios que te pueden ayudar a aumentar considerablemente la capacidad de tener sueños lúcidos. Yo los seguí, y gracias a ellos me sumerjo en un mundo distinto de vez en cuando. Esto, sin duda, me cambia el día.



Ignacio M.

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