
Por eso podéis imaginar mi sorpresa cuando la ponente del IESE me sacó de mi particular pesadilla sobre una elección (no diré cual, sólo que acababa muy mal) gritando: ¡Tenéis que elegir! Tuve que contenerme para no levantarme y gritar ¡NO LO HAGÁIS, ES UNA TRAMPA! Pero el miedo a hacer el ridículo me contuvo, y seguí escuchando. Al final de la mañana ya no me daba miedo elegir, es más, ¡quería elegir! Al fin he comprendido que lo que de verdad merece la pena es por lo que estás dispuesto a arriesgarte y, aunque eres esclavo de las decisiones que tomas, también lo eres de las que no tomas. Cuando sea mayor no querré recordar mi vida por lo que me arrepienta de no haber hecho, sino por lo que esté orgulloso de haber hecho. Os lo aseguro, no querréis vivir toda una vida preguntandoos: ¿Y SI....?
Jaime.M
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