domingo, 24 de febrero de 2013

Sindicatos

Cuando me explicaron el uso de los sindicatos en España mi mente se dividió en dos partes. Una se reía a carcajadas y alababa en silencio la inteligencia de los políticos que nos han llevado a este punto. La otra lloraba desconsoladamente y se preguntaba dónde quedaba el poderoso imperio español.

             
Vamos a ver, ¿puede explicarme alguien la utilidad de los sindicatos? Ya se que son agrupaciones de trabajadores que luchan por sus derechos y tal… Pero el siglo XIX ya ha pasado. En la actualidad todos los trabajadores tienen un sueldo mínimo, y de la igualdad entre trabajadores y empresas se encarga el Estado.

                
Otra cosa que me hizo romper la silla a patadas fue la existencia de unos pequeños seres, denominados “liberados sindicales”, que aparecen en todas las empresas, a razón de 1 cada 50 trabajadores honrados. Y digo honrados porque ellos no lo son. Ellos disfrutan de un sueldo pagado por la empresa, que les remunera el no hacer nada. Su única función es jugar al baloncesto con la papelera y cobrar lo mismo que uno que se desloma en la habitación de al lado.

                
Otra cosa divertida de los sindicatos son sus métodos. O mejor dicho, método, en singular. Los sindicatos tienen la solución única a todos los problemas. Es la huelga. Un invento que solo podía ser español, consistente en exigir cosas o de lo contrario no se trabaja. El equivalente adulto de la rabieta de niño pequeño. Un ejemplo son las recientes huelgas convocadas en el metro de Madrid por los abundantes recortes. “Están echando a muchos trabajadores y están bajando los sueldos del resto”-pensaron los sindicalistas-“¡Hagamos huelga!”. Y eso exactamente es lo que beneficia al gobierno madrileño. Si no hay trabajadores  no se paga, y tampoco hay gastos de trenes ni luz, ni nada. ¿Acaso creen que eso va a molestar o enfadar por algún casual al gobierno? Porque si lo creen están muy equivocados. Eso solo enfurecerá al pueblo y enriquecerá al gobierno.

                
Señoras y señores, tengo el placer de comunicarles e informarles de que los sindicatos son un robo y un desperdicio.


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