-Buenos días-. Dijo el principito, extrañado, al no ver más que un manzano precioso y a un señor mayor sobre un cuadrado con unas dimensiones no mucho mayores a los de un tablero de ajedrez.
-¡Muy buenos días!-. Exclamó el señor mayor, y añadió: ¿A que mi planeta es perfecto? -Bueno... no hay muchas cosas la verdad-. Respondió el principito, fijándose a la vez que el hombre aparentemente con buen aspecto vestía con arapos sucios y desgastados.
-Lo sé, pero todo lo que hay es perfecto; el suelo está perfectamente limpio, el manzano está bellísimo, el planeta es completamente redondo... -. Dijo el señor araposo. -En ese caso sí, es perfecto-. Reconoció el principito. -Pero...¿dondé comes? ¿Y qué comes?-. Preguntó el principito intrigado. El señor araposo le respondió algo que nunca imaginaría el principito: -No como, ni bebo; si como manzanas de ese árbol, el propio árbol dejaría de ser perfecto y con él todo el planeta.
-¿Vale la pena entonces pasar tanta hambre sólo para que la gente vea que tu mundo es muy bello?-. Volvió a preguntar el principito muy confundido. -Sí, vale la pena-. Respondió el araposo un poco sorprendido por la pregunta.
-Aaamm... pues no lo entiendo-. Afirmó el principito. -No hace falta que lo entiendas, son cosas de mayores-. Replicó el araposo con aires de superioridad. El principito volvió a contemplar el planeta y se fijó que no tenía lugar donde el araposo pudiese dormir; y le preguntó: -¿Dónde duermes?-. -No duermo-. Le respondió el señor mayor y añadió: -Tengo que estar pendiente de que la gente vea este planeta perfecto y por cierto, ten cuidado no ensucies mi planeta con tus zapatos; tiene que estar perfecto. El principito, ignorando al araposo le volvió a preguntar: -¿Vale la pena no dormir ni descansar sólo por que tu planeta esté perfecto?-. A lo que el araposo le contestó: -¡Sí, sin duda vale la pena!-. Y añadió:
-Todo lo que haga para que mi planeta esté perfecto vale la pena, todo. Y hazme el favor de dejar de preguntar-. Añadió enfadado.
El principito dijo: Un momento, sólo una cosa-. Y dijo: -¿Vale la pena dejar a tus familiares y tus amigos más queridos únicamente por la simple razón de que tu planeta esté ``perfecto´´? En mi planeta tengo una rosa que me quiere. Tengo también tres volcanes que los deshollino todos los días, dos de ellos están activos y un volcán extinguido, pero...¡No se sabe nunca!. Además tengo un corderito dentro de una caja al que cuido y le doy de comer-. Y concluyó diciendo: -Mi mundo no es perfecto y seguramente sea menos bello que el tuyo; pero me hace feliz. ¿A ti esto te hace feliz de verdad?
El señor araposo titubeó y acabó bajando la cabeza. El principito. al no entender nada, se marchó de ese nuevo y ya no tan perfecto planeta.
Santi L.
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